Este ejercicio surge durante un periodo de residencia en Urabá, en el año 2014. Recorría las calles y observaba el paisaje y percibía una carga poética en las plantaciones de banano, en las aves que sobrevolaban, en la piel sudorosa de las personas. Pensaba en la fotografía, en el registro, en la memoria que se construye cotidianamente. Tomé mi cámara y registré recorridos. Escribí un cuento. ¿Qué pasaría si alguien que se obsesiona con materializar el tiempo, ve su esfuerzo perdido?
Esta serie de fotos hacen parte de un ejercicio narrativo donde imagen y palabra se fusionan.